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Don Francisco y los testimonios de un Chile clasista – Ramón Arriagada

Don Francisco y los testimonios de un Chile clasista – Ramón Arriagada

No hace muchos días me quedé pegado en un programa nocturno del Canal 13. Los paisajes me eran familiares, pues los recorrí muchas veces siendo un adolescente; eran del hermoso valle regado por el Río Itata en la región de Bio-Bio.  Mario Kreutzberger, televisivamente “Don Francisco”, en la culminación de su carrera, ha utilizado su estrellato para desempacar viejos  documentales y actualizarlos con quienes fueron sus actores o sus descendientes. “Usted no reconoce a Chile”, lleva por título el artificio televisivo, donde el animador logra lo que tanto le agrada, emocionar hasta las lágrimas a sus entrevistados como al público televidente.

La visita del programa del cual fui espectador está ambientada en el año 1984 y Don Francisco la reverdece con una joven actriz como “partenaire”.  La trama es muy sencilla y el propio autor la denomina  como un «FBI Televisivo»; una pregunta me llamó la atención y por eso me quedé anclado en las entrevistas. Los «sobrevivientes» del pasado se pronuncian sobre  su ponderación de lo vivido con la situación actual. La mayoría considera que pese a los adelantos (carreteras, escuelas, mecanización del campo, comunicaciones),  ellos recuerdan con nostalgias los años ochenta y respecto de su situación económica  manifiestan no haber salido  de su condición de subsistentes  de la vida campesina.

En los valles que riega el Rio Itata, hasta ayer abundantes en viñas con cepas patrimoniales, hoy invadidas por bosques de pinos,  van  quedando pocos. Ranquil, Paso Hondo, San Juan de Bularco y Liucura Alto han sufrido la partida de sus hijos hacia la ciudad.  La escuela de Liucura Alto, cuando estuvo Don Francisco en 1984, tenía 231 alumnos, hoy atiende tan sólo 57. La cámara de aquel entonces, mostraba la mayoría de los niños campesinos con ojotas o simplemente a pie pelado cantando la canción nacional por la mañana.

El programa de Mario Kreutsberger, en principio un culebrón televisivo, hecho para  la emoción fácil, resultó ser una ratificación de los resultados del recientemente publicado «Informe Sobre la Desigualdad en Chile», elaborado por el PNUD, organismo dependiente de las Naciones Unidas. En momentos que Chile es calificado como un país de ingresos medios altos y con tasas de pobreza muy por debajo del promedio de América latina. En otras palabras tenemos el Primer Lugar en índice de desarrollo humano, sin embargo, los frutos y las oportunidades de progreso no alcanzan para todos, según los resultados del Informe.

Los avances económicos del país han ido provocando  en los actores sociales un sentimiento de desigualdad.  Son las diferencias en dimensiones de la vida social que implican ventajas para unos y desventajas para otros. Para los Torres, los Palmas, los Cartes y los Rosales del Valle del Itata,  los progresos de las últimas décadas, le han significado salir de la miseria, la de su infancia, la de sus padres y abuelos inquilinos ;  han alcanzado un mejor nivel de vida, a menudo inestable y lleno de riesgos. Claro que es menos precario, pero segregado porque el medio urbano lo tiene todo.  

A la vez en las ciudades los espacios se segregan.  Hay barrios, calles, espacios que son propios y otros que son ajenos.  Chile visto desde Santiago es un país clasista; como plantea el informe,  la territorialización  en  la capital  de Chile ha llevado a la estigmatización social, existe siempre “otro Santiago” el de los otros.  En materia de desigualdades, que es lo que pretende medir el estudio de PNUD, influyen los años de educación, los niveles de ingreso y la pertenencia a clases ocupacionales.  No es un secreto, el estudio lo corrobora, en las instancias donde la gente en Chile siente con mayor fuerza la desigualdad es la Educación y la Salud.

La gran enseñanza del  reconociendo Chile,  del sensiblero Don Francisco, es que el objetivo principal del modelo de desarrollo, “No dejar a nadie atrás”, está lejos de cumplirse. Mientras exista el Santiago segregacionista y centralista, aceptado para su conveniencia por parte de la clase política.