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Tensiones de la historia oficial – Nicolás Gomez Baeza – Opinión

Tensiones de la historia oficial – Nicolás Gomez Baeza – Opinión

 

Nicolás Gómez Baeza
Nacido y criado en Punta Arenas.
Profesor y Magíster en Historia, egresado de la Universidad de Santiago de Chile.

Este fin de semana recién pasado, se hicieron pompas en la capital regional.

Se celebró el día del niño, con una representación incluida de Hernando de Magallanes. La Sociedad Española cantó a coro. También, no faltaba más, un avión de Latam llegó al aeropuerto Carlos Ibáñez del Campo con un logo de los “500 años” y con la Ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

Ella fue parte de una mesa de diálogo el día 9 de agosto recién pasado, en una actividad llamada “El Inicio”, junto al Premio Nacional de Historia don Mateo Martinic, desde la historiografía, y el alcalde de Punta Arenas, Claudio Radonich. ¿El tema del diálogo? La importancia del llamado “Descubrimiento del Estrecho de Magallanes”. Todas estas acciones y actividades desarrolladas durante el fin de semana tienen relación directa con lo que para algunos son las celebraciones de los 500 años de aquel hecho.

Incluso, se le ha dado el nombre de “Descubrimiento de Chile”, como recitaba la pantalla del mismo conversatorio, y como también se ha enfatizado al menos desde el año pasado a través de distintos medios de comunicación. El sábado 10 de agosto, específicamente, se cumplieron ya cinco siglos desde el inicio del viaje de Hernando de Magallanes, desde Sevilla en 1519, que circunnavegaría el globo (aunque no con él, que falleció en la actual Filipinas en 1521).

Creo que si bien puede haber matices, y ser destacable la participación de ciudadanos en diversas actividades (orquestas, representaciones, obras artísticas en general, entre otros), me parece que todas estas actividades oficiales conmemorativas, impulsadas grandilocuentemente desde la Municipalidad y algunos medios de comunicación consolidados a nivel regional, no dan cuenta más que de una visión desactualizada de la Historia, tanto por las visiones que difunden las más recientes producciones historiográficas, como por la posición crítica sobre la Historia que buena parte de la ciudadanía se ha formado y expresado en los últimos años. Mayormente, con posibles pocas excepciones (solo para dar un muy amplio beneficio de la duda, ver concurso de ensayos “Hernando de Magallanes HOY” de Fundación Futuro), esta parafernalia oficial de los “500 años” no ha impulsado la reflexión y crítica que refleja las tensiones evidentes de una historia oficial eurocéntrica, sobre la llegada de los europeos a Fuegopatagonia. Solamente se ha observado celebración y promoción de futuros festejos.

Me haré cargo de estos dichos, y quiero aclarar que los digo hoy porque creo que aún estamos a tiempo, como ciudadanos, de darle un carácter distinto a la tan aclamada fecha para 2020. Primeramente, se ha optado, desde las autoridades regionales y apoyadas por las nacionales, por difundir o resaltar, hasta el momento, solamente acciones que contienen relatos que desde hace décadas han exaltado lo nacional (“Descubrimiento de Chile a través del Estrecho de Magallanes”, lo cual es técnicamente un invento) y lo colonial europeo como aspecto fundante de la región magallánica-Fuegopatagónica (al centrarse, por ejemplo, en la figura del navegante portugués y la “importancia” de su “hazaña”). Esta clave contribuye al fomento de una trasnochada e ideologizada visión que fue hegemónica e instalada desde las esferas de poder de los Estados-nacionales de los siglos XIX y hasta bien entrado XX, con fines de construcción de identidades direccionadas.

El alcalde Radonich y quienes están tomando las decisiones junto a él, están gritando a los cuatro vientos una burda visión romántica de las acciones colonialistas europeas, en este caso de una: el viaje de Magallanes, Elcano y otros. Es una premisa heredada, que reza que fueron ciertos europeos quienes trajeron un progreso regional sin matices, y del cual, en la misma clave ideológica, sólo deberíamos estar agradecidos. Me parece que la visión difundida en estos días por las autoridades y los difusores de una anticuada Historia neocolonial, es un intento actual de consolidación de una memoria histórica que los Braun-Menéndez, sus descendientes y sus eternos admiradores, han querido instalar en nuestras calles y relatos durante todo el siglo pasado. Recordemos que el “Rey de la Patagonia” testamentó el levantamiento del monumento que hoy está en la Plaza de Armas de la ciudad.

El colonialismo, por tanto, es lo que se está celebrando simbólicamente con estos relatos de los “500 años” tan difundidos últimamente, desde una óptica europea, de su logro de pasar por primera vez por un territorio, ya controlado hace mucho más tiempo por pueblos indígenas.

Cabe preguntarse: ¿Qué tan festivo debiese ser para nosotros este hecho? ¿No debiésemos proceder de otra manera en el pensar y relatar los “500 años”? En segundo término, y dicho todo lo anterior, me atrevo a decir que no espero nada diferente de las autoridades regionales o nacionales de actualidad en relación a este tema. Me parece que, por otro lado, somos otros las y los actores que debemos vincular los “500 años” con las visiones críticas que parte de la ciudadanía ha venido expresando durante ya largo tiempo.

Historiadores y escritores, desde el muy citado Carlos Vega Delgado hasta Alberto Harambour, pasando por varios otros (sin mencionar a los ya clásicos Borrero, Bayer y toda la tradición historiográfica argentina) se han hecho cargo detalladamente de relatar el genocidio y violencias coloniales hacia los pueblos originarios, y también las represiones hacia los obreros, enjuiciando, justamente, el rol del colonialismo europeo y su vínculo con la construcción de los Estados-nación en Fuegopatagonia.

También, extendidamente, se han expuesto dichas verdades a través de actividades públicas, como el llamado que el Museo del Recuerdo del Instituto de la Patagonia hizo ya por segundo año para que la ciudadanía participe en la representación teatral del remate de los 165 Selk’nam en la Plaza Muñoz Gamero de 1895. Probablemente falta por superar varias categorías colonialistas en nuestros análisis (como la misma idea de “extinción” de dichos pueblos indígenas), pero es claro que las y los magallánicos nos hemos ido expresando críticamente de diversas formas frente a la Historia que nos enseñaron décadas atrás, cuando poco se discutía. Varios han sabido hacer justicia, haciendo frente a una Historia glorificadora de las acciones de los poderosos de antaño que tanto daño también hicieron.

El mismo sábado, como ejemplo final, un grupo de personas levantó carteles que decían, entre otras cosas, “500 años de genocidio”, en medio de la mencionada representación de Hernando de Magallanes organizada por la Municipalidad de Punta Arenas en el día del niño. A dichas personas, solo queda agradecer por irrumpir los espacios para problematizar este y otros hechos del pasado. Quizás los matices de un diálogo más crítico o evaluativo de los procesos históricos en torno a los “500 años”, se estén igualmente llevando a cabo desde grupos invisibilizados, o desde posturas que no se hacen públicas de manera masiva.

Si es así, debemos trabajar para difundirlas cada vez más. La Historia, qué duda cabe, tiene tensiones que son presentes, y hay que disputarla.
No es mi intención fomentar especies de boicot a ciudadanos que han querido aportar, desde sus habilidades, a acciones conmemorativas que quizás consideran legítimas.

Pero si, en coherencia con lo planteado anteriormente, me gustaría resaltar la posibilidad que tenemos para que, desde distintas vías y aportando cada uno de nosotros y nosotras también con nuestras habilidades, podamos seguir haciendo frente y tensionar aquellas iniciativas institucionales que fomentan, meramente, relatos ideologizados que buscan posicionar heroicamente a Hernando de Magallanes, o que incluso inventan nociones de construcciones nacionales.

Creo que muchas y muchos ciudadanos, ojalá los más posibles si estas palabras les hacen sentido, podemos seguir asumiendo con responsabilidad que los “500 años” debe ser una instancia para debatir y evaluar ampliamente el carácter que tuvo la llegada de los europeos a este territorio.

Para mí, en lo personal, esa evaluación es más bien un proceso deconstructivo de nuestra memoria histórica y sus representaciones, tensionando todo lo que hemos aprendido. Tensionar, esa es la palabra. Porque para mí, en este quinto centenario, como dice la canción de mismo nombre de Los Fabulosos Cadillacs, “no hay nada que celebrar”.

Nicolás Gomez Baeza.